
Las Aventuras de Bombilla
Abr 30 2011 · 2 comments · Cosas mías, Cultura, Storytelling
¿Nadie leyó Aventuras de Bombilla? Me acabo de dar cuenta de que una de mis primeras lecturas, si no la primera, sigue siendo una de mis obras de cabecera. Quizás no físicamente, pero sí de manera virtual. Aquella pequeña bombilla de trazo infantil es una imagen absolutamente recurrente en mi mente. Una de las que con mayor frecuencia me visitan apelando, quizás, al niño que siempre intentaré ser, quizá porque siempre lo seré -¿por qué otra razón iba alguien a querer ser un niño?-, a la inocencia y a la ilusión de la pronta y fácil solución de los problemas que a cualquiera se le podrían antojar como imposibles de resolver en el mundo real.
Esta bombilla me acompañó muy de cerca. En mi adolescencia la plasmé en alguna camiseta, la dibujé el la solapa de mi “chupa” de cuero, mi propia firma se asemejó mucho a ella durante largo tiempo… Todavía hoy la dibujo en mi libreta para marcar una idea sobre la que luego querré volver más adelante. En cierto modo se comporta como si fuera mi marca.
Pero, sobre todo, lo que más me ha interesado de ella es su particular forma de actuar, su característica visión de la realidad donde el esquema de problema-solución se reduce al mínimo común divisor de su estructura. Me parece apreciar aquí algo de lo que hoy llamamos pensamiento lateral. Para muestra un botón. Permitidme reproducir un breve pasaje del primer capítulo, “Bombilla salva un avión”.
-Luces de posición -dice el comandante-. Anochece.
-Luces de posición encendidas -dice el copiloto.
-Hay una que no responde -dice el comandante-. Los instrumentos señalan que la izquierda está rota. Y los faros tampoco funcionan. Si se nos cruza otro avión y el piloto no anda atento a la pantalla de radar, no va avernos. Podemos chocar.
-Yo soy una bombilla -dice Bombilla-; puedo reemplazar la lámpara.
“Yo soy una bombilla; puedo reemplazar la lámpara” tiene algo que resuena en mi interior. Y no sé muy bien qué es, lo reconozco, pero acude a mi mente cada vez que tengo que enfrentarme a un problema difícil de resolver. De alguna forma me predispone a sortear las barreras en lugar poner el foco en ellas.
Googleo, investigo y no encuentro mucho, la verdad. Se editó en castellano en Laia, en 1975. Su autor es Günter Herburger. Las ilustraciones son de Daniel Herburger, hijo del autor que, además, es el creador del personaje principal.
El resultado final es, en cierta manera, el de un cuento para niños hecho por un niño. Y tiene el interés de que nos muestra a los niños vistos por los niños y no una imagen estereotipada generada por los adultos. Y ya puestos creo que es más interesante, por más inteligente, la imagen -estereotipada o no- que los niños tienen de los mayores. En realidad, ellos aciertan al imaginarnos como seres carentes de imaginación y dominados por la inflexibilidad de la realidad. El mundo sería mejor si aprendiéramos de los niños, y no sólo para comer yogur.
A propósito, encuentro en Google libros un texto desconocido para mí del autor de Aventuras de Bombilla, en un libro titulado “Cuentacuentos. Una colección de cuentos… para poder contar”, titulado Bombilla y la Publicidad. Para mí es todo un hallazgo. Después de leerlo creo que empiezo a entender por qué elegí esta profesión…
Ilusión e inocencia son cualidades exclusivas del niño. O quizá no tanto. Soy un gran consumidor de dibujos animados. Yo los llamo así. O simplemente dibujos. Así es como me enseñaron a hacerlo. Quizá sea un naming excesivamente descriptivo, pero a mí me llena el corazón. (¿Qué echan? Dibujos. ¡Bien!). Un Bob Esponja preside mi monitor en la oficina y todo el mundo piensa que se debe a la influencia de mi hijo, pero en realidad es justamente al revés. Parte de mis esfuerzos como educador fueron encaminados a lograr que le gustara Bob Esponja y creo poder decir, no sin orgullo, que la misión está cumplida. Bob Esponja podría ser un nuevo Bombilla. Desde luego es todo un modelo de lateralidad.
También consumo literatura infantil. Le cuento cuentos a mi hijo pero, olvídate: no es el único motivo. ¡Me encanta! Pero también la detesto. Hay tanta bazofia… Tal vez por ese motivo hoy me acuerdo de Aventuras de Bombilla y me decido a compartir esta reflexión.
Para despedirme, simplemente quiero mencionar que existe un segundo libro titulado Nuevas aventuras de Bombilla, no fuera a hacer cierto aquel dicho de “segundas partes no son buenas”.
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José Antonio
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Marco Fernández
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